Cuenta una historia urbana, que un buen día se apersona un norteño al consultorio del médico. Dice también que después del protocolario saludo y la auscultada, el galeno le pregunta al paciente (que para ser honestos lucía más bien impaciente):
-¿Fuma?-
A lo que el paciente impaciente responde:
“Pos poco.”
-Pues ¡déjelo!-
Y vuelve a preguntar:
-¿Bebe?-
“Pos áhi nomás con moderación.”
-Pues ¡déjelo!… ¿Practica algún deporte?-
“No pos … pa´que gastar las suelas de los zapatos.”
-Pues ¡hágalo!… ¿Tiene sexo?-
“Pos áhi de vez en cuando.”
-Pues a partir de hoy tenga sexo, mucho sexo, ¡todo el sexo que le sea posible!
Regresa el regio-norteño a su casa y empiezan los típicos cuestionamientos de su mujer:
–¿Cómo te fue? ¿Qué te dijo el doctor? ¿Qué te recetó? ¿Cuanto te cobro y por qué taaanto? Etc, etc, etc…– Ya ven que a las mujeres ni les gusta preguntar, y menos a las regiomontanas.
Después de la sarta de preguntas, el regio-norteño le contesta:
“Mira vieja, el nChe matasanos me recomendó dejar el tabaco y la bebida, me ordeno hacer deporte, y sobre todo tener sexo, mucho sexo, ¡todo el sexo que sea posible!”
Al terminar de decir eso, el pelao, se mete a bañar e inmediatamente la esposa se frota las manos, se desnuda y se mete a la cama. Sale el marido del baño, se empieza a perfumar y a vestir muy elegante, al mirar eso la esposa le pregunta:
–¿A dónde vas?–
“¿NO te acabo de decir que el doctor me ordenó tener sexo, mucho sexo, ¡todo el sexo que sea posible!? Y pues yo debo procurar mi salud, así voy a seguir sus instrucciones.”
–Pero viejo, aquí me tienes a tu disposición, ¿a caso no miras que ya estoy lista para ¡ayudarte a mejorar tu salud!?–
“Vieja, ¡olvídate de tacañerías! . Esta vez yo no pienso escatimar con mi salud, así que… ¡te me vas olvidando de tus REMEDIOS CASEROS!”